lunes, 4 de octubre de 2010

Después de los sueños

Después de los sueño las estaciones
se suceden con una ventana abierta a la aventura
los deseos arden menos
y, se deslizan sosegados
y, tal vez, todo fluye por el aire
el amor entra en los pulmones porque se vive
sin el revuelo de las prisas.

el muchacho que fui
arrinconaba cada suspiro
cegando la luz que llegaba en voces delicadas
de muchachas que buscaban complicidad.

fue hace tiempo
en el tiempo de las canicas
llegó ella un día y supe estar ahí
como los actores en su escena
¿fue hace tanto tiempo?
Lo digo con tu mano entre las mías
canturreando la canción que me enseñanste
para siempre.


Posó el bolígrafo Pedro, sobre la mesa de la cocina. El barrio transportaba un aroma nuevo, mitad verano y mitad primavera. Miró la fotografía de Julia, suspiró seguido, sonriendo. Pensar que fue ella la que se acercó a él le parecía cómico pero así ocurren las cosas en al barrio alto. Es curioso confirmar que en la situación del acercamiento no necesitamos decir palabra, no es necesario, la escena se va construyendo poco a poco, sin ayuda aparente de nadie, ni de un guionista invisible, ni a puntador.

viernes, 20 de agosto de 2010

Sueños y pájaros de colores

Sobre la mesita de la sala duerme aparentemente abandonado un cedé de los Beatles...Sobrevuelan pájaros de colores cercanos a la plaza del barrio alto, vacía en esos momentos. Algunos árboles bailan al son de un viento que en su camino van creando melodías que se van como vienen.
De repente, como dibujos animados, los Beatles toman vida y entran en el espacio del cuarto donde en apariencia duerme abandonado el albúm Abbey Road. Comienzan a moverse por la casa de Pedro Mari; hablan agolpadamente como queriendo decirse muchas cosas después de tantos años de ausencia. Se sienten tal vez desnudos sin instrumentos, en un sitio extraño, alejados de los sueños de la década de los sesenta.
Deciden salir de la casa y explorar esas callejuelas tan diferentes a las de su natal Liverpool. Miran todo extrañados y alucinados a la vez que siguen hablando sin parar una jerga rápida y propia. A pocos metros ven una tienda de instrumentos musicales, la del viejo hippy del barrio: Juancar; al acercarse la puerta se entreabre, una alfombra verde pistacho de Ikea les recibe acogedora, fuera unos mirlos de colores vuelan creando melodías imposibles de oír. Los cuatro músico deciden comprar guitarras y un bajo y una batería, Juancar se las regala y les invita a que toquen en alguna azotea para rememorar aquel último concierto en Londres.
Desde la alturas de una placita comienzan a tocar(Play) Get Back. El barrio se empieza a llenar de gente que alegremente se mueve y canta la canción. Todo se llena de colores y los árboles se giran para disfrutar del espectáculo. El sol se queda quieto como un recuerdo que no se quiere olvidar.
Pedro Mari se despierta de repente, una sonrisa se le esculpe en el rostro y se queda un rato recopilando los detalles del sueño.

martes, 6 de julio de 2010

mañanea la tarde

desde la casa más alta del barrio...sueña Pedro Mari con llamar la atención de la nueva vecina. Crea sentado en la tarde, que confunde con la mañana, una fantasía moldeada por su mundo interior, sin saber que será Julia la que le ayude a sacar a ese otro pedro más diminuto y más real, el que pueda aprender el honorable arte de amar, dejándose acompañar en su alegría por ella.



Pedro se levanta de repente, mira a través del balcón atisbando el horizonte de antenas y tejados. Los rayos del sol se expanden con alegre determinación, Pedro Mari adora esos días en los que el sol y la pereza se dejan acariciar como un gato remolón, pero por otro lado no quiere perder tiempo, algo le pide buscar a la sofisticada Julia porque teme que tal vez él llegue tarde al baile y ella prefiera bailar con otro. Recuerda de repente las palabras de su abuelo:
"si tienes algo claro no dejes escapar la oportunidad, pocas cosas tenemos claras en la vida, Pedro. Adelante, no lo pienses" Y le miraba con los ojillos humedecidos por la nostalgia, pero con una sonrisa siempre preparada en el armario del alma.

En un impulso decide bajar a la plaza y buscar el lugar desde el que esperar a Julia. Pedro se enfunde el sombrero de su abuelo, el viejo Singer, el de las decisiones importantes, el destinado a las sutiles querencias.

Junto a unos bancos céntricos de la plaza se sienta el enamorado muchacho y allí espera bajo el sol de la tarde. Desde ese estratégico espacio vigila y su mirada se clava en la tienda donde coincidieron días atrás Julia y él. Mientras tanto Julia viaja por la Cachemira india. Él espera sin desesperarse en el barrio alto, con la voz de su abuelo muy cerca de la conciencia, acordándose de su paciente figura. En la actitud sosegada reside la virtud que Pedro necesita para crear el mejor modo de empleo que puede tener su vida.

martes, 1 de junio de 2010

En memoria...


"En memoria de un amigo habría que poder volver en el tiempo y buscar un conjuro para que el futuro hubiese podido cambiar. Escribo esta frase y sin embargo nada cambia porque se trata de lo único que no tiene solución en este mundo."

Pedro Mari garabateó la frase en un cuaderno que no tenía destino propio ya que andaba perdido por alguna esquina de la mesa de su cuarto. Apenas una hoja herida con palabras sueltas de una poema que no quería terminar, unos versos que se confundían con unos puntos suspensivos.

El único poeta perdurable del barrio acababa de morir en circunstancias extrañas, súbitas e impredecibles. La noticia le llegó a Pedro Mari a través de una llamada de teléfono. Se había quedado de piedra. Una quietud que le robó las palabras y le postró en un ensismismado despiste.

Su amigo el poeta, al que no veía desde hacía mucho tiempo se había transformado en un recuerdo sin voz, ahora que Pedro empezaba a leer su obra impresa. ¡Cuántas veces le había regalado poemas recién nacidos de su pequeño lapicero! ¡En pequeños papeles apuntaba los versos que con el tiempo irían creciendo en hondura y significado! La vida saba a veces ser desagradable, y puñetera, incluso asquerosa pensaba Pedro mientra intentaba trascribir en palabras este cúmulo de sensaciones y emociones desnudas, que se desencadenaban a borbotones en su cabeza, en su pecho, en su voz temblorosa.

La Parca una vez más había hecho su trabajo más odioso, se había llevado 36 primaveras del mejor poeta desde Blas. Exagera la Elegía cuando habla del amigo Sijé que tanto gustaba al mejor poeta del barrio, exagero si pienso que desde Blas...pero yo he leído sus poemas y era bueno, excelente, y este planeta necesita de lo excelente, de la savia que sigue alimentando nuestros sueños, seguía conversando consigo mismo Pedro Mari, que de repente se echó a llorar, poco a poco dejando que sus emociones saliesen, que sus lágrimas corrieran libres por sus mejillas, suspirando e hipando, hasta que se fue tranquilizando. Miró a través de la ventana y volvió a ver entusiasmado a su amigo Sergio.

lunes, 26 de abril de 2010

Julia enredando en los versos

Julia era una perfecta desconocida. Tal vez se tratara de una desconocida perfecta para inyectar en él un amor duradero hacia ella y hacia la poesía, nadie lo sabía, nunca lo sabe nadie, pero el caso es que desde el principio él ya se sentía atraído, no importaba la estación o el tiempo atmosférico, el pincel de esa acuarela estaba mojado de la mirada de él; cuanto menos la conocía más la creaba en su deseo. El nombre se podía borrar como la lluvia deja ese rastro de pintura fuera de su sitio, hasta no dejar memoria del cuadro que fue. El proceso había comenzado con la imparable valentía con que la obsesión empieza y termina un relato, con la fuerza con la que un bolígrafo deja su rastro en un folio.


¿Y en estos casos qué hace ella, Julia, se deja inventar o rompe el folio que escribe él en su mente y escapa hacia otro lugar donde no haya inventor o pintor de retratos?


Él (Pedro Mari) no sabía de la pereza pesada y poderosa de ella, ni de su manía de querer ser mala como la bruja avería, ni de sus cambios de humor. ¿tal vez le gustarían los poemas que él escribía en alguna noche de insomnio? Parecía tratarse de la eterna cuestión de los mundos distantes. Pedro se sentía algo descolocado, de modo que una inquietud minúscula le secaba la boca y sus movimientos, así como que se quedada muchas veces en la inopia.

Leía como si se acercara el fin del mundo todo lo que caía en sus manos, sobre todo poesía. Su mundo convergía hacia terrenos nuevos, grandes explanandas por descubrir o colonizar.

Un día cualquiera coincidieron los dos en la tienda de ultramarinos. A ella le llamó la atención encontrarse con un soltero joven y despistado en un barrio donde abundaban las viudas, algunas parejas jóvenes y hombres solos en su hábito de beber en las tabernas, además de jovencitos enamorados de la velocidad y de hablar a voces en la calle.

Lo miró con disimulo. Pedro en su despiste ni se dio cuenta de la presencia de Julia. Al marcharse ella levantó la voz despidiéndose, con intención de que él se fijara en su voz.

Aquella noche Pedro escribió un poema que hablaba de una voz misteriosa, dulce, desconocida y se la atribuyó a Julia a pesar de que no la había visto.

Tu voz delata al viento, quieto
de noticias.

¿Quién sino se pregunta sobre estas
imaginaciones delatoras?

Susurras algo y te ríes
si te sueño
a mi lado, entregado
a desenmascararme
cuando me mires
Sin sombra del tiempo.

miércoles, 10 de marzo de 2010

A veces alguien aparece y

Pedro Mari observaba a las gentes del barrio caminar, en apariencia sin un rumbo fijo, bajo la sencilla ley física del equilibrio: un pie adelante y otro detrás. Cada paso parecía un impulso misterioso, la creación caótica de un camino lleno de baches. Y así se paró a pensar hacía dónde iban, qué pensarían, rumiando cosas del pasado, más o menos lejanas, o simplemente viviendo un puro presente, detenido por especulaciones de futuro, abstracciones inadecuadas o pesadas, o tal vez diseñando un rencor por una herida aún abierta. ¿Qué recóndito juego dormía en el silencio del espía, de los clientes habituales de la taberna, en el bisbiseo de las mujeres mayores que parecían susurrarle a la muerte que se las llevara donde las esperaban sus maridos fallecidos?

Aparentemente el movimiento de cada uno tenía una instintiva lógica. La afición de Pedro Mari a los fascículos de La bola de cristal recubría con una pátina su ilusión, llenándole los pulmones de un aire nutritivo y renovado. Se alegraba antes, durante y después. Algún amigo le calificó de "friki", pero a él no le importaba, en secreto se decía a si mismo que fue un acierto siempre alimentar su entusiasmo.

Pero el mundo está hecho en tres dimensiones y a veces uno necesita ver las cosas con la perspectiva de alguien que te acompaña, escucharse en otra voz, conversar en voz alta con esa compañía íntima: dos mundos, dos planetas intentando entenderse. Cuando Pedro Mari se enzarzaba en esos monólogos recurría siempre a su libro de cabecera: El Principito, allí encontraba siempre las palabras que mejor reconocían su mundo interior; él también iba de planeta en planeta, y había oído hablar de los "baobabs". Una de las veces que pensó en buscar una "petite amie" como se dice en francés se se acordó de su prima Angélica, y de los veranos en la capital, el calor y la risa contagiosa de ella ya suponían en aquella época el caldo de cultivo de su primer amor romántico; pero de eso hacía ya muchos años.

Entonces en un martes de primavera, como a veces aparece alguien..., apareció ella. Julia era una nueva vecina, demasiado sofisticada para el barrio, muy segura de sí misma y con un sombrero al estilo francés que llamó la atención desde el principio a Pedro Mari, sobre todo a él. Para aquellos días el gran aficionado a la serie de los electroduendes había aprendido a contener su corazón, aunque sabía que eso no se logra del todo, si bien es verdad que se aprende a esperar, a buscar la oportunidad cuando la intuición te lo manda, y que las "calabazas" no resultaban tan amargas.

A través de algún amigo se fue enterando de los datos que le podían ayudar a acercarse a Julia, de la que no sabía nada.


En los libros de poesía que fue tomando prestado de la biblioteca popular del barrio fue tomando las notas para entender mejor lo que podía gustarle a ella, en el caso de que apreciara los versos y la musicalidad. Incluso se atrevió a escribir los suyos propios:

Desconocida viajera
que surcas hoy
caminos y senderos de piedra
entre el tumulto de los pasos
y los sinuosos pensamientos íntimos del silencio
surges repentina, rojiza flor
seguro tallo
entre el rumiar de fuentes y arroyos.
Mi mano te sueña
tranquila. Amigable te sueña
a mi lado, compañera, amiga
cercana te quisiera.

No importa el por qué.
Basta el nosotros.

jueves, 14 de enero de 2010

Abracadabra

Concurrían aquella mañana en la taberna del barrio el espía, el barrendero guasón, los "contertulios"habituales y algún joven rezagado que seguía en el paro tras una interminable búsqueda. El aire estaba cargado se humo, las moscas buscaban su lugar y había debate en las voces chillonas de los que no dejaban hablar al espía, porque o bien estaban cansados de sus historias o bien porque andaban inquietos y eso les producía una suerte de verborrea incansable.

Que si decían que un guaperas iba a llegar al barrio, vía la parroquía, que iba a dar un cursillo municipal de yoga, que el temor y la preocupación se veía reflejado en los rostros de los hombres porque notaban en sus mujeres una euforía, y que esas risas y comentarios les producían unos celos difílciles de disimular. Todo parecía una escena teatral en donde cada unos escogía el personaje que más iba con su personalidad. Mientras tanto el cura estaba encantado de que hubiera actividad en la parroquía, a pesar de que sólo se apuntaran mujeres.

El espía se aburría, y a la vez deseaba que se armara alguna pelea matrimonial porque últimamente el barrio se había vuelto algo aburrido. Además desde que su arma se disparó le tomaban por loco y sus historias ya no se las creía nadie.

En algunas paredes cercanas a la parroquía se veían grafitis graciosamente rimados:

ESTÁ EN "BOGA -BOGA" EN ESTE PUEBLO EL YOGA

Algunas mujeres al leerlo reían, algún viejo del lugar al salir del hogar del jubilado y leerlo había llegado a quejarse:
-¡Manda huevos, que tengan que venir los chinos a darnos lecciones!

Mientras tanto, más allá de las voces y el humo, y los celos injustificados Pedro Mari invocaba a la suerte, hacía un llamamiento discreto y silencioso, atareado y concentrado en una frase que había leído en uno de los fascísculos que había comprado de La bola de cristal, rezaba así:

Dice un proverbio chino que en la vida de toda persona hay un minuto de suerte. ¿Habría pasado ya el suyo? ¿No se había dado cuenta tal vez de su momento? ¿Buscaba realmente la suerte o quería creer en al magia de la palabra abracadabra?
Casi como un enamorado pero sin estarlo fluía la sangre eufórica por las venas de Pedro Mari, él había oído las palabras de una amigo que era profesor de yoga, acerca de la fuerza de los pensamientos positivos y eso le hacía estar alerta: él también quería buscar la fuerza en su propio interior.

Un día llegó por fin el profesor, sonriente y amable. Dio la primera clase; todas eran alumnas menos un hombre, el espía al que los "contertulios" habían obligado a apuntarse para ver en que consistían las clases.

Nada ocurrió. Los celos se esfumaron cuando comprobaron los hombres el ánimo que el yoga lograba sacar de ellas, el espía en una ocasión se cayó en una de las posturas y se rompió la clavícula. Y Pedro Mari vio en la reflexión del proverbio el comienzo de un camino, casi tan largo como el que unía la ciudad y su barrio.