domingo, 26 de julio de 2009

Si no quieres ser como ellos lee

Más cerca del cielo que de la tierra hay un barrio-calle. Allí los domingos los vecinos se levantan por la tarde, ayunan alegres, porque el sábado por la noche comen para celebrar el fin de la semana. Llenan su cuerpo de deliciosas viandas, dulces postres y exquisita carne de cochinillo. Es una fiesta en toda regla.
En esta calle, donde tienen cabida todos los portales del barrio incluso los que no tienen número, los domingos una banda de músicos recorre la calle: un par de tambores, un clarinete, unas trompetas y un niño que toca los platillos. Detrás de ellos los vecinos se unen formando una fila que ocupa la longitud de la calle. Algunas mujeres miran desde las ventanas, otras, cerca de los músicos, miran dando palmas o animando el ritmo con la alegría aprendida de sus primeros días de juegos y noviazgos.
El espacio se llena de música, los viejos del lugar sonríen desdentados, sale incluso el barbero enseñando su barba de antes de la guerra (según cuenta en la taberna, aunque nadie parece creerle). Hay en la intimidad de una de las casas un poeta que dicen que busca palabras cada minuto del día, y que vive en un eterno despiste y que le rodean las musas, que para otros son las borracheras de anis que se pilla. El poeta mira desde el balcón la vida, un poco como un general retirado al que gusta de escuchar el bachiller, un muchacho curioso y perezoso.
Vive también en las alturas del barrio, situado al sur de la villa, cuartel general de un antiguo señorío, un barrendero guasón y un espía retirado, que cada día va inflando su leyenda a base de historias y cosas que cuenta en la taberna.
En el quiosco venden desde este mes la colección de capítulos de La bola de cristal, y Pedro Mari, que vio la serie siendo un niño, piensa comprarse toda la colección, adoraba a los electroduendes y las frases que se quedaron grabadas en su memoria:
"si no quieres ser como ellos lee"
Entre sus manos tiene ahora una novela de Orhan Pamuk. La historia de unos ilustradores turcos en el siglo XVI.Le está encantando.

lunes, 20 de julio de 2009

Vamos a desaprender para desenseñar cómo se deshacen las cosas

Tras una borrachera de electrodos y culombios la bruja avería se puso a pensar fantasías y pasatiempos alcohólicos: creyó, mientras sonreía bobamente, que es el bolígrafo del que escribe el que busca el tono y para lograrlo se viste de gala con el propósito de sacarle punta a la imaginación, se pone en el papel del personaje que se va creando con ese batibarrillo de cosas que se encuentran en los días cotidianos, en fin el bolígrafo busca entre la materia emocional, aliado de la escritura; mientras esto ocurre el escritor tontamente mira a las nubes, se pone el calzado de quirófano de su hermano que trabaja como celador, también persigue confundido a las musas que no son sino moscas que fueron las mujeres que no le correspondieron.
La bruja avería como si se tratara de un sueño sigue sonriente.
En un arrebato ella también quiere ser escritora y escribir como lo hacían en el siglo XIX, quiere crear grandes personaje femeninos, malas con los hombres, mujeres fatales que quieran ser malas como ella. Lo piensa un poco hasta que baja a la calle y compra varios bolígrafos. Desde el principio decide no buscar inspiración; hiptoniza al boligráfo para dominar el acto de crear.
Él soñaba que la bruja se emborrachaba y que los bolígrafos son creadores y los escritores algo despistados. Pero no por ello deja de hacer calor en los días del siglo XXI, ni de caer gotas enormes que ensucian los coches que están aparcados en la calle.