domingo, 23 de agosto de 2009

Pedro Mari ve electroduendes por doquier

Pedro se ha levantado contento, respira profunda y placenteramente, y un bienestar le cubre el pecho, mientras el sol le gana la batalla a las cortinas y entra voctorioso. Le apetece hacer el saludo del sol, el ejercicio de yoga que más le gusta porque le pone las pilas desde el principio del día. Está alegre y sus sentidos se concentran en hacer el café, cuyo olor pronto va a extenderse amablemente por toda la la casa.
En la calle la cartera, con un gesto leve, levantando un poco la cabeza, saluda a los caminantes más madrugadores del barrio. Suena a esa horas un clarinete al final de la calle. Y el espía aún duerme, soñando que le traen una carta de amor, precisamente la que respira en el sobre, entre las manos de la cartera, aunque él nunca habla de la que le envía esas cartas, él sólo cuenta "batallitas"que confunde entre sí. Así ocurre en la taberna donde Pedro toma una infúsión de tila esa misma mañana.
Pedro ve electroduendes por todos los rincones, pequeños seres que buscan la felicidad, que desean un mundo mejor o más divertido, menos estricto, en fin... sueñan con la libertad de poder elegir, de bailar, y Pedro los ve en la misteriosa mujer que bajo sus gafas de sol va al bazar a comprar boberías, o en el poeta que se golpea con alguna farola y a veces habla entre dientes aunque él mismo Pedro le enseña unos poemas porque quiere saber su opinión. Los poemas de Pedro no son sino una variación casi infinita de un mensaje de móvil, habla de la impresión que vivió al leerlo y del contexto en que lo recibió.
Y Pedro está contento y por eso va a la taberna y escucha las historias del espía, y observa para aprender algo nuevo cada día. Pero sobre todo su alegría le viene porque la cartera, que sabe de sus relaciones epistolares y de algunas aficiones le trajo ayer un bonsái de baobab y una carta desde cuba, nadie salvo la cartera lo sabe, ambos se guiñan en un gesto de complicidad.
Él también es un electroduende y quiere que le cuenten cuentos, desea historias por esa razón está atento.
Cuando se haga de noche Pedro hará el saludo a la luna y el bonsái tendrá un lugar preferente como el olor del café y las historias y el porma infinito basado en el mensaje del móvil.
Helenopez.

Pedro Mari ve electroduendes por doquier (2)

Pedro Mari observa a la gentes que le rodea en el barrio-calle. Hoy se ha levantado contento, siente una bocanada placentera en el pecho, de tal modo que ha decidido hacer el saludo al sol, un ejercicio de yoga que le encanta hacer.

Hace el café con lentitud, saboreando los pasos, escuchando los sonidos del exterior y del interior. Intenta recordar lo que ha atesorado en la memoria a lo largo de la semana, de cabeza ha ido interiorizando momentos: la mujer que compraba en el bazar del barrio, enfundada de misterio detrás de unas gafas de sol, la cartera que saluda a los del lugar con un leve gesto de cabeza, ella le trae las cartas de amor al espía que no revela nada de su vida sentimental, y sin embargo su discurso es el propio de un chulo de taberna(cuenta historias inventadas, seguramen te).

La cartera ha traído alguna carta desde Cuba, y un paquete que algunos aseguran que es un bonsái, un baobab. En este barrio todo se habla, los únicos secretos que se mantienen serán los del cura: un jovenzuelo de 23 años que acaba de salir del seminario, y los de los que mantienen el talento de la discreción natural. Tal vez nunca lo sepamos pero la carta de cuba será de alguno de ésos.

El olor del café inunda la casa de Pedro, mira a través de la ventana, respira la alegría del momento y se promete lentitud para todo el día, no quiere prisas, sólo aprovechar la energía de su cuerpo para andar y pensar como los electroduendes, preguntarse como ellos acerca de lo que les rodea, desear amablemente lo que les hace felices.

Alguien en el barrio encontró inspiración en un mensaje de móvil, lleva varias semanas componiendo pequeños poemas acerca de la impresión y el contexto de ese mensaje. Va 120 poemas que son variaciones del mismo tema. Alguna tarde le ha enseñado algunos al poeta, que le miente piadosamente acerca de la calidad, pero ¡qué importa al final la calidad si es una búsqueda! mientras no se crea lo que no es.

Pedro va a la taberna que abre a partir de las doce del mediodía, justo a la hora en que se levanta el espía. Allí se toma un agua helada y escucha a los que pisan el escenario de la comedia diaria: cuando comienza a contar batallitas el espía él piensa en La Bola de cristal:





"Queremos que nos cuenten cuentos "


No quiero reirme de la bruja avería. En este barrio puede transcurrir cualquier cosa que ataña a los humanos. Este dichoso espía cuenta siempre las mismas historias y además las confunde porque no coincide, pero al fin y al cabo es agradable también escucharle, es divertido tomarle como referencia. Merece la pena. Mientras tanto nadie sabe que la carta de Cuba y el bonsái es para mí. Yo sí que le guiño el ojo a la cartera cuando viene, ella me entiende y sigue mis relaciones epistolares, junto con Roberto, el otro ayudante de reparto. Gracias Leonor por traerme sorpresas desde tan lejos.