lunes, 26 de abril de 2010

Julia enredando en los versos

Julia era una perfecta desconocida. Tal vez se tratara de una desconocida perfecta para inyectar en él un amor duradero hacia ella y hacia la poesía, nadie lo sabía, nunca lo sabe nadie, pero el caso es que desde el principio él ya se sentía atraído, no importaba la estación o el tiempo atmosférico, el pincel de esa acuarela estaba mojado de la mirada de él; cuanto menos la conocía más la creaba en su deseo. El nombre se podía borrar como la lluvia deja ese rastro de pintura fuera de su sitio, hasta no dejar memoria del cuadro que fue. El proceso había comenzado con la imparable valentía con que la obsesión empieza y termina un relato, con la fuerza con la que un bolígrafo deja su rastro en un folio.


¿Y en estos casos qué hace ella, Julia, se deja inventar o rompe el folio que escribe él en su mente y escapa hacia otro lugar donde no haya inventor o pintor de retratos?


Él (Pedro Mari) no sabía de la pereza pesada y poderosa de ella, ni de su manía de querer ser mala como la bruja avería, ni de sus cambios de humor. ¿tal vez le gustarían los poemas que él escribía en alguna noche de insomnio? Parecía tratarse de la eterna cuestión de los mundos distantes. Pedro se sentía algo descolocado, de modo que una inquietud minúscula le secaba la boca y sus movimientos, así como que se quedada muchas veces en la inopia.

Leía como si se acercara el fin del mundo todo lo que caía en sus manos, sobre todo poesía. Su mundo convergía hacia terrenos nuevos, grandes explanandas por descubrir o colonizar.

Un día cualquiera coincidieron los dos en la tienda de ultramarinos. A ella le llamó la atención encontrarse con un soltero joven y despistado en un barrio donde abundaban las viudas, algunas parejas jóvenes y hombres solos en su hábito de beber en las tabernas, además de jovencitos enamorados de la velocidad y de hablar a voces en la calle.

Lo miró con disimulo. Pedro en su despiste ni se dio cuenta de la presencia de Julia. Al marcharse ella levantó la voz despidiéndose, con intención de que él se fijara en su voz.

Aquella noche Pedro escribió un poema que hablaba de una voz misteriosa, dulce, desconocida y se la atribuyó a Julia a pesar de que no la había visto.

Tu voz delata al viento, quieto
de noticias.

¿Quién sino se pregunta sobre estas
imaginaciones delatoras?

Susurras algo y te ríes
si te sueño
a mi lado, entregado
a desenmascararme
cuando me mires
Sin sombra del tiempo.

3 comentarios:

  1. Pedro mari desde su atalaya poética observa a la perfecta desconocida, JA!!!! así cualquiera mezcla el viento con el cuento y con el tiempo.
    Cuando se es observador de lo que pasa es cuando el tiempo pasa sin sombra porque continuamente se está atento a lo siguiente dejando atrás lo anterior; que se lo digan sino a julia que tiene que superar todos los días la pereza e ir al ultramarinos a por los alimentos esos perecederos que se compran todos los días en los ultramarinos de alimentos perecederos.

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  2. Al principio es observador Pedro Mari, después tendrá que dar algún paso. Lo más perecedero es la comida del ultramarinos, eso desde luego y lo más excelso y casi sin caducidad es esa atalaya poética, pero la verdad viendo el ambiente que le rodea al muchacho es normal que le dé por idealizar a la nueva vecina, o quiera ser la bruja avería aunque en siguientes capítulos se podrá ver...

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  3. Que tiene esta bola que a todo el mundo le mola...
    Julia, Jullia, mujer de carácter, sin duda. Veamos que más nos depara el barrio...

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